El 12 de octubre, las terrazas del Canòdrom se han llenado de personas listas para repensar los esquemas del cambio climático y la influencia de la comida en la salud de las grandes ciudades durante la Bienal de Pensamiento. Lo hacemos a través de las conversaciones con la arquitecta y ensayista inglesa Carolyn Steel, la cofundadora de FORK Sonia Massari, el investigador del CSIC Antonio Turiel y la bióloga y activista de Ecologistas en Acción Charo Morán.
No lo sabemos, quizá alguien lo intuye, pero la multitud que llenamos el Canòdrom estamos a punto de derribar varios esquemas.
Aparentemente, las dos sesiones de esta tarde en Sant Andreu no tenían tantos puntos en común. Sí, cambio climático y sistema alimentario están estrechamente interconectados, basta con leer la prensa de esta semana: “Nueva Zelanda ha propuesto gravar con un impuesto los gases invernadero emitidos por sus 6,2 millones de vacas”. O preguntar con indiscreción a la banana y el calamar del súper por sus países de origen. Los títulos de ambos actos, pero (Ciudad y comida y Cambio climático y tecnología: ¿remedio o condicionante?) parecían mantener las distancias. Error. Si algo les ha unido ha sido la necesidad de romper con los imaginarios establecidos.
Quien ha empezado a hacerlo ha sido, a las 17 h, la arquitecta y ensayista inglesa Carolyn Steel. A invitación de la moderadora, Mariana Eidler, la autora de Ciudades hambrientas y Sitopía ha iniciado su parlamento rememorando la misteriosa puerta de fieltro verde que aislaba el servicio del griterío del hotel que regentaban sus padres. Traspasar el misterio, dar un paso hacia lo desconocido. Abrir una puerta. Algo similar a una “revelación”, dice, sintió cuando hacia el año 2000 se dio cuenta de que las ciudades se podían repensar desde la comida. Que cuanto más densas son las ciudades, más lejos estamos de las fuentes de alimento y de la naturaleza, lo que nos enferma; que las ciudades-estado eran como un huevo frito, con el poder en la yema. Y que un cuenco de sopa puede representar el universo. “Hay que recordarnos que la comida es una dinámica viva. Cuando comemos, algún paisaje se convierte en alimento. Sólo quiero animaros”, ha dicho Steel llevándose las manos a los ojos, “a poneros las gafas de la comida, y veréis cómo todo cambia”. A su lado, la diseñadora Sonia Massari, cofundadora de FORK y directora de la Future Food Academy, asiente con la cabeza: “La comida no es lo que comemos, es todo lo que la rodea y no vemos, el sistema más complejo que tenemos”.
Dice Massari que para avanzar hay que ser curiosos de forma activista y llevar a la gente a lugares incómodos: preguntarse de dónde viene la comida o con la que estamos alimentando a nuestros hijos. "En una semana, la gente cambiará su manera de mirárselo. La comida puede cambiar las ciudades, pero necesitamos mejorar la perspectiva, unir diseñadores, ayuntamientos, centros de innovación y empresas en una misma dirección y repensar todo el sistema alimentario para que la sostenibilidad esté presente en el inicio de la cadena, no al final", revela Massari. Para Vicent Domingo, director del Centro Mundial de Valencia para la Alimentación Urbana Sostenible-CEMAS y tercer ponente del acto, este repensamiento pasa por romper esquemas y entender que “hay 34 ámbitos del conocimiento que interactúan en torno a la comida: cambio climático, políticas de género, residuos… es maravilloso llegar a la conclusión de que la opción que eliges para comer tres veces al día tiene que ver con tantas cosas de tu alrededor”. Por esta razón, para hablar de comida y ciudad, dice Domingo, necesitamos unir sociedad civil e instituciones en una especie de ópera donde todo el mundo es bienvenido venga de la disciplina que venga: “la comida es un espacio mágico relacionado con el sentido de pertenencia”.
Una hora y media después (con el auditorio lleno a rebosar), el investigador del CSIC Antonio Turiel y la bióloga y activista de Ecologistas en Acción Charo Morán, insistirán en la necesidad de dinamitar ciertos imaginarios para hacer frente al cambio climático, con la moderación de la investigadora Elisabet Roselló. Por ejemplo: El mito del crecimiento (ilimitado) = bienestar (“el cáncer del crecientismo”, dice Turiel: “Tenemos una estructura económica que no conoce la autolimitación”). Más. La fe en un avance tecnológico que lo solucionará todo en el último minuto, apunta Morán. “Los sistemas de energías renovables que conocemos necesitan combustibles sólidos para su fabricación y transporte y dependen de materias muy escasas. El problema es que son las tecnologías que le interesan al sistema económico imperante y que están pensadas para excluir. Un coche eléctrico tiene poco verde”, advierte Turiel. Algo más se rompe.
Según Charo Morán, es necesario que los nuevos imaginarios vean en el bien común algo que potenciar. “Circula en bici, consume menos carne… las propuestas dirigidas sólo a los individuos pueden ser frustrantes y contener un sesgo de clase. En cambio, los pequeños laboratorios de experiencia colectiva que crecen por todas partes pueden ser catalizadores de proyectos transformadores a mayor escala”. Grupos de consumo, compostaje comunitario, vivienda cooperativa. "La articulación comunitaria es una herramienta resiliente para la incertidumbre, necesitamos un ecologismo popular", concluye. ¿Y la tecnología que aparece en el título de la charla? "Las tecnologías para el cambio son las tecnologías apropiadas: de producción local, que no requieren materiales escasos, que no dejan huella de carbono y que tienen escala humana", afirma Antonio Turiel.
En definitiva, es necesario repensarlo todo a partir de un diagnóstico tan crudo como cierto, dice el investigador. Y suelta el estropicio final: se puede mantener el mismo estilo de vida con un 10% de la energía que consumimos. El 40% del petróleo en el mundo se utiliza para transportar energía. El 30% de los alimentos se va a la basura antes de que nadie pueda tocarlos. Caras de estupefacción entre el público. Morán señala la salida y aquí podría terminar el acto y esta crónica: "El miedo paraliza sólo si no sabes hacia dónde tienes que correr".
Jordi de Miguel